lunes, 6 de julio de 2015

Hogueras y banderas

A principio de julio bastantes calles, plazas y carreteras de Belfast y de otras poblaciones de Irlanda de Norte se llenan de banderas y de pilas enormes de madera, listas para ser quemadas la víspera del 12 de julio. Los unionistas o loyalists celebran así la victoria en 1690 de Guillermo III de Orange, holandés y protestante, sobre Jacobo, católico y rey depuesto de Inglaterra. Fue una batalla que tuvo lugar a las orillas del río Boyne, camino de Dublín. Las banderas son en su mayoría de la Union Jack (bandera oficial de Reino Unido) y de la provincia del Ulster (la cruz de San Jorge con una mano roja en el centro) pero también las hay de Escocia (una paradoja que explicaremos en otra ocasión), de los diferentes grupos protestantes e incluso alguna de Gibraltar, como la que sirve para ilustrar este artículo. Esta última es una clara muestra del cariz de afirmación probritánica de esta celebración, no en vano Gibraltar es una de las colonias más preciadas del antiguo imperio. Otro elemento importante de esta fiesta son las marchas que los miembros de la orden de Orange hacen por las calles al son de tambores y flautas. Una demostración de alegría y poderío que no hace mucha gracia a los católicos, partidarios en su mayoría de unirse a la República de Irlanda y votantes del Sinn Fein o del SDLP, el partido proirlandés moderado. El 12 de julio, por tanto, es el día preferido por los unionistas para dejar claro que Irlanda del Norte pertenece a la Gran Bretaña y que no van a dar un paso atrás. Las cosas han cambiado bastante desde que el acuerdo del Viernes Santo de 1998 sentara las bases para una convivencia pacífica entre las comunidades protestante y católica, sangrientamente enfrentadas en los "Troubles" iniciados en 1968. Sin embargo, los incidentes no han desaparecido del todo y esta misma semana dos halls de la orden de Orange fueron destruídos con bombas incendiarias. Y alguien colocó una Union Jack dentro del recinto de una parroquia católica, un acto considerado una provocación en toda regla. Incidentes que son el reflejo de la honda división que fracturó al Ulster durante siglos y que aún supura por la herida. Una sociedad con una parte de ella (los católicos) gravemente discriminada hasta no hace muchos años. Nada parecido hemos visto en España y para un español encontrar algo así en una país como la Gran Bretaña, tan supuestamente ejemplar en varios aspectos, es sorprendente y decepcionante. Seguiremos hablando sobre el tema, también de las conexiones que existen entre España y la torturada tierra que evangelizó San Patricio.